martes, noviembre 21, 2006

TODA LA VERDAD ACERCA DE LA MASACRE DE ACOYTE Y RIVADAVÌA


A las tres de la mañana brazos, cabezas y piernas resumian la masacre que habìa terminado horas antes.
El dìa de gloria que profetizaba la Marsellesa lejos estaba del domicilio del Jefe de Gobierno Porteño, la crìsis polìtica era irreversible, pero a nadie le importaba.
Venezuela, Perù, Chacabuco y Piedras estaban completamente intransitables, Defensa hospedaba a todas las lìneas de colectivos que la adoptaban como ùnica ruta posible.La esquina de Acoyte y Rivadavìa, el lugar del hecho, vivìa un eterno resplandor.
Mientras los bomberos combatian incesante fuego los dueños del restaurante de comidas ràpidas averiguaban cuestiones de seguros edilicios. Los niños y ancianos lloraban y gritaban frente al tenebroso espectaculo contra los intentos de los adultos màs lùcidos y del cuerpo policial de alejarlos del siniestro. Una docena de cuerpos yacìan inertes en la vereda de la galerìa y sus alrededores. Estaban cubiertos en mantas improvisadas con sàbanas, toallas y vestidos sacados de los locales; no hubo sobrevivientes.
Los peritos seguìan investigando las causas: "Hubo un cortocircuìto a las veinte horas", decia Doña Jimena, "Yo vì a uno de esos turcos dando vueltas manzana por la tarde", afirmò Pedro sin inmutarse. El comisionado tenìa varias dudas, algunas de ellas un tanto existenciales. ¿Como puede ser que la explosiòn haya ocurrido justo en el instante en que el ùltimo negocio habìa cerrado sus puertas?, ¿Como puede ser que toda esta gente no entienda nada?.
A pocos metros Zulma Lòpez, la encargada de la mercerìa, lloraba desconsolada el cuerpo del mannequin de ropa interior, a sus espaldas Gregorio Sumsa, el dueño del lote de auto-partes, miraba atònito su destruìdo Crash dummie.
Esto fue lo que aconteciò en la masacre de Acoyte y Rivadavìa.

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