jueves, noviembre 29, 2007

Coronel Díaz y Santa Fe

“Hay pocas cosas tan atractivas como el ego
magullado de un ángel hermoso”


“Deathproof”


Las palabras no llegaban. Sus cosas eran como esas tapas de vinílos coloreadas únicamente de amarillo, verde, naranja y negro. Tapas con dibujos bíblicos que profundizaban su paranoia y sus ocres, por ello no abría las ventanas. Si no estas paranoico es porque estas desinformado, decia. El ostracismo rey, de la primera a la última gota. Continuo.
Cuando llamó su agente eran las tres de la tarde y él recién se levantaba, por ende no tenía ganas de hablar. En la oscuridad escuchaba a un tipo que le decía que en media hora tenia que estar firmando ejemplares en el shopping de la esquina de su casa, esto es, ir a explicarles a señoras gordas millonarias porque tal personaje tenia una vida ilegítima o porque el protagonista acabaría con todo rápidamente. Amaba ese lugar, pero no se iba a someter.
Sigue escuchando al tipo, sin saber porque, entra a su desordenada habitación; la morocha exuberante de pelo revuelto y tatuajes en la espalda intenta levantarse, ya tiene la nariz manchada de blanco. Para él es demasiado temprano. A medida que sigue escuchando razones por las que debería trabajar, esta más cerca de colgar el tubo. “Los de la editorial no están contentos”. Colgó.
La mina se cambia, se maquilla, toma su cartera, se va, pero promete volver. El se queda solo, ahí entran sus demonios. Toca el piano, ama el Hammond. “All of me, why don´t you take all of me?”, canta el tema principal de “Sweet and lowdown” la biopic del guitarrista virtuoso, sufrido y mutilado. Los personajes que más le atraen. “Nada real se consigue con la felicidad” tal el título de su novela inconclusa. Todo valía si estaba al límite; el abismo es encantador. La oscuridad se nutre más con cualquier sustancia. Solo el encierro lo salvara. Lo más difícil de estar atrapado toda la vida es encontrar la libertad, te da tanto miedo que lo mejor que podes hacer es esconderte debajo de la cama. Y él se pasaba días ahí, literalmente, transpirando, sin comer. Esos días, cuando la tormenta esta del lado de adentro, el único amigo es John Daniels.
Cuando lo aburre el Hammond, trastabilla entre ejemplares de Dostowyesky, Rimbaud, Vaudelaire y Benjamín, a veces algún que otro volumen de “Rayuela” en francés. El era un habitúe, pero le tenía miedo a las sustancias, mas que nada por su enorme ego. Drogas y ego no eran la mejor combinación. Él no olvidaba a Mal evans.
Domingo, revolución en la mente, más que revolución, golpe de estado. El mismo tipo sigue llamando al mismo teléfono que él nunca atenderá, no es el mejor día para tomar decisiones. Random is not whatever, la idea más saludable para la mente históricamente perturbada.
“Hay una pared en China/tiene mil millas de largo/para mantener alejados a los extraños/La hicieron fuerte/yo tengo una pared a mi alrededor/que ni siquiera podes ver/Lleva un poquito de tiempo llegar a mi/Algunas personas no son tan audaces”. Su cerebro le recitaba, parecía calmado. Pero no lo estaba. No quería calmarse. Pensaba en el próximo cuento.

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